domingo, 30 de abril de 2017
"¿Cómo puedo estar seguro de que estoy orando de acuerdo a la voluntad de Dios?"
La aspiración más alta del hombre debe ser darle gloria a Dios (1 Corintios 10:31), y esto incluye orar de acuerdo a Su voluntad. Primero, debemos pedir por sabiduría. “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” (Santiago 1:6). Al pedir por sabiduría, debemos también confiar en que Dios es bondadoso y está dispuesto a responder a nuestras oraciones: “Pero pida con fe, no dudando nada,” (Santiago 1:7; también Marcos 11:24). Así que orar de acuerdo a la voluntad de Dios, incluye pedir por sabiduría (para conocer la voluntad de Dios) y pedir con fe (para confiar en la voluntad de Dios).
Aquí hay siete instrucciones bíblicas que guiarán al creyente para orar de acuerdo a la voluntad de Dios:
1) Ora por lo que la Biblia manda que oremos. Se nos dice que oremos por nuestros enemigos (Mateo 5:44); para que Dios envíe misioneros (Lucas 10:2); para que no entremos en tentación (Mateo 26:41); por quienes proclaman el Evangelio en el mundo (Colosenses 4:3; 2 Tesalonicenses 3:1); para aliviar la aflicción (Santiago 5:13); y por la salud de hermanos creyentes (Santiago 5:16). Donde Dios ordena la oración, podemos orar con la confianza de que estamos haciendo Su voluntad.
2) Sigue el ejemplo de personas piadosas en la Escritura. Pablo oraba por la salvación de Israel (Romanos 10:1). David oraba por misericordia y perdón cuando pecó, (Salmos 51:1-2). La iglesia primitiva oraba por valor para testificar (Hechos 4:29). Estas oraciones estaban de acuerdo a la voluntad de Dios, y en la actualidad se pueden hacer oraciones similares. Así como Pablo y la iglesia primitiva, nosotros deberíamos estar orando siempre por la salvación de otros, tanto por los que conocemos –seres queridos que aún no conocen a Cristo— como por los que no conocemos, especialmente por aquellos en autoridad sobre nosotros. Por nosotros mismos, debemos orar como lo hizo David, siempre conscientes de nuestros pecados y trayéndolos ante Dios antes que obstruyan nuestra relación con Él y frustren nuestras oraciones.
3) Ora con la motivación correcta. Los motivos egoístas no serán bendecidos por Dios. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3). También debemos orar, no para que nuestras elevadas palabras puedan ser oídas y podamos ser vistos por otros como “espirituales,” sino mayormente en privado, en secreto, para que nuestro Padre celestial que escuchará en lo privado, nos recompense en público (Mateo 6:5-6).
4) Ora con un espíritu de perdón hacia otros (Marcos 11:25). Un espíritu de amargura, enojo, de venganza u odio hacia otros, evitará que nuestros corazones oren en total sumisión a Dios. Así como se nos dice que no llevemos ofrendas a Dios mientras haya conflicto entre nosotros y otro cristiano (Mateo 5:23-24), de la misma manera Dios no quiere la ofrenda de nuestras oraciones, hasta que nos hayamos reconciliado con nuestro hermano o hermana en Cristo.
5) Ora con acción de gracias (Colosenses 4:2; Filipenses 4:6-7). Siempre podemos encontrar algo por qué estar agradecidos, sin importar cuán cargados estemos por nuestros deseos o necesidades. Aun la persona que más sufra viviendo en este mundo, redimido por el amor, y que tenga el ofrecimiento del cielo ante sí, tiene motivos para estar agradecida a Dios.
6) Ora persistentemente (Lucas 18:1; 1 Tesalonicenses 5:17). Debemos perseverar en la oración y no renunciar ni desanimarnos porque no hayamos recibido una respuesta inmediata. Parte de orar en la voluntad de Dios, es creer que ya sea que Su respuesta sea “sí,” “no,” o “espera,” aceptemos Su decisión, nos sujetemos a Su voluntad, y continuemos orando.
7) Depende del Espíritu de Dios en la oración. Esta es una maravillosa verdad: “Y de igual manera El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26-27). Tenemos la ayuda del Espíritu en la oración. En tiempos de nuestra más profunda depresión o pena, esos tiempos cuando sentimos que “simplemente no podemos orar,” tenemos el consuelo de saber que Dios Mismo, en la Persona del Espíritu Santo, ¡está realmente orando a Sí Mismo por nosotros! ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos!
¡Qué seguridad podemos tener, cuando buscamos andar en el Espíritu y no en la carne! Entonces podemos tener la confianza de que el Espíritu Santo realizará Su trabajo al presentar nuestras oraciones al Padre de acuerdo a Su perfecta voluntad y tiempo, y nosotros podemos descansar en la certeza de que Él está trabajando en todas las cosas para bien (Romanos 8:28).
La aspiración más alta del hombre debe ser darle gloria a Dios (1 Corintios 10:31), y esto incluye orar de acuerdo a Su voluntad. Primero, debemos pedir por sabiduría. “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” (Santiago 1:6). Al pedir por sabiduría, debemos también confiar en que Dios es bondadoso y está dispuesto a responder a nuestras oraciones: “Pero pida con fe, no dudando nada,” (Santiago 1:7; también Marcos 11:24). Así que orar de acuerdo a la voluntad de Dios, incluye pedir por sabiduría (para conocer la voluntad de Dios) y pedir con fe (para confiar en la voluntad de Dios).
Aquí hay siete instrucciones bíblicas que guiarán al creyente para orar de acuerdo a la voluntad de Dios:
1) Ora por lo que la Biblia manda que oremos. Se nos dice que oremos por nuestros enemigos (Mateo 5:44); para que Dios envíe misioneros (Lucas 10:2); para que no entremos en tentación (Mateo 26:41); por quienes proclaman el Evangelio en el mundo (Colosenses 4:3; 2 Tesalonicenses 3:1); para aliviar la aflicción (Santiago 5:13); y por la salud de hermanos creyentes (Santiago 5:16). Donde Dios ordena la oración, podemos orar con la confianza de que estamos haciendo Su voluntad.
2) Sigue el ejemplo de personas piadosas en la Escritura. Pablo oraba por la salvación de Israel (Romanos 10:1). David oraba por misericordia y perdón cuando pecó, (Salmos 51:1-2). La iglesia primitiva oraba por valor para testificar (Hechos 4:29). Estas oraciones estaban de acuerdo a la voluntad de Dios, y en la actualidad se pueden hacer oraciones similares. Así como Pablo y la iglesia primitiva, nosotros deberíamos estar orando siempre por la salvación de otros, tanto por los que conocemos –seres queridos que aún no conocen a Cristo— como por los que no conocemos, especialmente por aquellos en autoridad sobre nosotros. Por nosotros mismos, debemos orar como lo hizo David, siempre conscientes de nuestros pecados y trayéndolos ante Dios antes que obstruyan nuestra relación con Él y frustren nuestras oraciones.
3) Ora con la motivación correcta. Los motivos egoístas no serán bendecidos por Dios. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3). También debemos orar, no para que nuestras elevadas palabras puedan ser oídas y podamos ser vistos por otros como “espirituales,” sino mayormente en privado, en secreto, para que nuestro Padre celestial que escuchará en lo privado, nos recompense en público (Mateo 6:5-6).
4) Ora con un espíritu de perdón hacia otros (Marcos 11:25). Un espíritu de amargura, enojo, de venganza u odio hacia otros, evitará que nuestros corazones oren en total sumisión a Dios. Así como se nos dice que no llevemos ofrendas a Dios mientras haya conflicto entre nosotros y otro cristiano (Mateo 5:23-24), de la misma manera Dios no quiere la ofrenda de nuestras oraciones, hasta que nos hayamos reconciliado con nuestro hermano o hermana en Cristo.
5) Ora con acción de gracias (Colosenses 4:2; Filipenses 4:6-7). Siempre podemos encontrar algo por qué estar agradecidos, sin importar cuán cargados estemos por nuestros deseos o necesidades. Aun la persona que más sufra viviendo en este mundo, redimido por el amor, y que tenga el ofrecimiento del cielo ante sí, tiene motivos para estar agradecida a Dios.
6) Ora persistentemente (Lucas 18:1; 1 Tesalonicenses 5:17). Debemos perseverar en la oración y no renunciar ni desanimarnos porque no hayamos recibido una respuesta inmediata. Parte de orar en la voluntad de Dios, es creer que ya sea que Su respuesta sea “sí,” “no,” o “espera,” aceptemos Su decisión, nos sujetemos a Su voluntad, y continuemos orando.
7) Depende del Espíritu de Dios en la oración. Esta es una maravillosa verdad: “Y de igual manera El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26-27). Tenemos la ayuda del Espíritu en la oración. En tiempos de nuestra más profunda depresión o pena, esos tiempos cuando sentimos que “simplemente no podemos orar,” tenemos el consuelo de saber que Dios Mismo, en la Persona del Espíritu Santo, ¡está realmente orando a Sí Mismo por nosotros! ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos!
¡Qué seguridad podemos tener, cuando buscamos andar en el Espíritu y no en la carne! Entonces podemos tener la confianza de que el Espíritu Santo realizará Su trabajo al presentar nuestras oraciones al Padre de acuerdo a Su perfecta voluntad y tiempo, y nosotros podemos descansar en la certeza de que Él está trabajando en todas las cosas para bien (Romanos 8:28).
"¿Qué es orando en el Espíritu?"
Orando en el Espíritu es mencionado tres veces en la Escritura. 1 Corintios 14:15 dice, “¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.” Efesios 6:18 dice, “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” Judas 20 dice, “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo.” Algunos cristianos entienden que estas Escrituras se refieren a orar en lenguas, una opinión que no tiene base bíblica.
La palabra griega traducida “orar en” el Espíritu, puede tener muchos diferentes significados. Puede significar “por medio de,” “con la ayuda de,” “en la esfera de,” y “en conexión con.” Orando en el Espíritu no se refiere a las palabras que decimos. Más bien se refiere a cómo es que estamos orando. Orando en el Espíritu es orar de acuerdo a la dirección del Espíritu. Es orar por las cosas que el Espíritu nos guía a que oremos. Romanos 8:26 nos dice, “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.”
Tal vez la principal razón por la que orar en el Espíritu es vinculado con las lenguas, se encuentra en 1 Corintios 14:15. En el contexto de la discusión sobre el don de lenguas, Pablo menciona “oraré con el espíritu.” 1 Corintios capítulo 14 repetidamente establece que cuando una persona habla en lenguas, mientras que ella no sabe lo que está diciendo, puesto que está hablando en un lenguaje que no conoce, nadie puede entender lo que está diciendo… a menos que alguien interprete por él. En Efesios 6:18, Pablo nos instruye y dice, “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” ¿Cómo debemos orar con toda perseverancia y súplica, y por los santos, si nadie entiende lo que se dice? Por tanto, orar en el Espíritu debe ser entendido como orando en el poder del Espíritu, y de acuerdo a Su voluntad, no como orando en lenguas.
"¿Cuál es la conexión entre oración y ayuno?"
Aunque la conexión entre oración y ayuno no está específicamente explicada en la Escritura –tampoco es un mandamiento— existe una fibra que conecta a las dos que parece correr a través de todos los ejemplos de oración y ayuno que han sido registrados para nosotros. En el Antiguo Testamento, aparece que el ayuno y la oración tienen que ver con un sentido de necesidad y dependencia, y/o de una total incapacidad ante calamidades presentes o anticipadas. La oración y el ayuno aparecen combinados en el Antiguo Testamento en tiempos de duelo, arrepentimiento, y/o profunda necesidad espiritual.
La oración y ayuno de Nehemías, como se describe en el primer capítulo de su libro, fue resultado de su profunda aflicción sobre las noticias de que Jerusalén había sido asolada. Sus muchos días de oración estuvieron caracterizados por lágrimas, ayuno, confesión por su pueblo, y ruegos a Dios por la misericordia que él sabía que la gente no merecía. Tan intensa y sincera era la manifestación de sus angustias, que es casi inconcebible que pudiera “tomarse un descanso” en medio de tales oraciones, para comer y beber. La devastación que sufrió Jerusalén, también impulsó a Daniel a adoptar una postura similar: “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.” (Daniel 9:3). Como Nehemías, Daniel ayunó y oró para que Dios tuviera misericordia de la gente, diciendo “hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.” (v. 5).
En muchos casos, ayunar está ligado a la oración de súplica intercesora. David oró y ayunó por su hijo enfermo (2 Samuel 12:16), llorando ante el Señor en devota intercesión (vv.21-22). Ester urgió a Mardoqueo y a los judíos a ayunar por ella, mientras planeaba aparecer ante su esposo el rey (Ester 4:16). Claramente el ayuno y la petición están aquí como uno y el mismo.
Hay ejemplos de oración y ayuno en el Nuevo Testamento, pero éstos no están relacionados con el arrepentimiento o la confesión. La profetisa Ana “… no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.” (Lucas 2:37). A la edad de 84 años, su oración y ayuno eran parte de su servicio al Señor en Su templo como si ella estuviera aguardando al largamente prometido Salvador de Israel. También en el Nuevo Testamento, la iglesia en Antioquia ayunaba juntamente con su adoración, cuando el Espíritu Santo les habló acerca de comisionar a Saulo y Bernabé para la obra del Señor. “Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.” (Hechos 13:3). Así que vemos estos ejemplos de oración y ayuno, como componentes de la adoración al Señor y la solicitud de Su favor. Sin embargo, en ninguna parte, hay alguna indicación de que el Señor se agrade más en responder a las oraciones si están acompañadas por el ayuno. Más bien, el ayuno, junto con la oración parece indicar la sinceridad de los que oran y la naturaleza crítica de las situaciones en las cuales ellos se encuentran.
Una cosa está clara: la teología del ayuno es una teología de prioridades, en la cual se les da a los creyentes la oportunidad de expresarse ellos mismos, en una devoción indivisible e intensa al Señor y a los intereses de la vida espiritual. Esta devoción será expresada mediante la abstinencia por un poco de tiempo, de cosas tan buenas y normales como la comida y la bebida, a fin de disfrutar de un tiempo ininterrumpido de comunión con nuestro Padre. Nuestra “…libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo.” (Hebreos 10:19), ya sea ayunando o no, es una de las partes más deleitosas de esas “cosas mejores” que son nuestras en Cristo. La oración y el ayuno no deben ser una carga o un deber, sino más bien deben ser una celebración consagrada a la bondad y misericordia de Dios para con Sus hijos.
"¿Cuáles son algunos obstáculos para la oración efectiva?"
El obstáculo más obvio para la oración efectiva es la presencia de iniquidad y pecados inconfesos en el corazón del que ora. Porque nuestro Dios es santo, hay una barrera que existe entre Él y nosotros cuando venimos a Él con un pecado inconfeso en nuestras vidas. “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro para no oír.” (Isaías 59:2). David concuerda con ello, sabiendo por experiencia que Dios está lejos de aquellos que tratan de esconder su pecado de Dios: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.” (Salmos 66:18).
La Biblia se refiere a muchas áreas de pecado que son obstáculos para la oración efectiva. Primero, cuando estamos viviendo de acuerdo a la carne, y no al Espíritu, nuestro deseo de orar y nuestra habilidad y efectividad para comunicarnos con Dios están obstaculizados. Aunque recibimos una nueva naturaleza cuando nacimos de nuevo, esa nueva naturaleza aún reside en nuestro antiguo cuerpo y esa vieja “tienda” es corrupta y pecadora. La carne puede ganar el control de nuestras acciones, actitudes, y motivos, a menos que seamos diligentes en “hacer morir las obras de la carne” (Romanos 8:13), y seamos guiados por el Espíritu en una correcta relación con Dios. Sólo entonces Él escuchará y responderá a nuestras oraciones.
Una manera de vivir en la carne se manifiesta en el egoísmo, otro impedimento para la oración efectiva. Cuando nuestras oraciones son motivadas por el egoísmo, cuando le pedimos a Dios por lo que queremos, en lugar de por lo que Él desea, nuestros motivos obstaculizan nuestras oraciones. “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye.” (1 Juan 5:14). El pedir de acuerdo a la voluntad de Dios es lo mismo que pedir en sumisión a cualquier cosa que pueda ser Su voluntad, ya sea que sepamos o no de qué se trate. Como en todas las cosas, Jesús debe ser nuestro ejemplo en la oración. Él siempre oraba en la voluntad de Su Padre: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya.” (Lucas 22:42). Las oraciones egoístas son siempre aquellas que tienen como intención, gratificar nuestros propios deseos egoístas, y no podemos esperar que Dios responda a tales oraciones. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3).
El vivir de acuerdo a los egoístas deseos de la carne, también obstaculizará nuestras oraciones, porque produce un endurecimiento del corazón hacia otros. Si somos indiferentes a las necesidades de otros, podemos esperar que Dios sea indiferente a nuestras necesidades. Cuando vamos ante Dios en oración, nuestro primer interés debe ser Su voluntad. El segundo debe ser las necesidades de otros. Esto proviene del entendimiento de que debemos considerar a otros antes que a nosotros mismos y estar preocupados por sus intereses por encima de los nuestros. (Filipenses 2:3-4)
Un obstáculo mayor para la oración efectiva es un espíritu que se niega a perdonar a otros. Cuando rehusamos perdonar a otros, crece una raíz de amargura en nuestros corazones, que ahoga nuestras oraciones. ¿Cómo podemos esperar que Dios derrame Sus bendiciones sobre nosotros –indignos pecadores— si albergamos odio y amargura hacia otros y una indisposición a perdonar? Este principio fue bellamente ilustrado en la parábola del sirviente que no perdonó en Mateo 18:23-35. El principio en esta historia es que Dios nos ha perdonado una deuda más allá de toda medida - nuestro pecado - y Él espera que nosotros perdonemos a otros, así como nosotros hemos sido perdonados. El rehusar hacerlo constituye un obstáculo en nuestras oraciones.
Otro gran obstáculo para la oración efectiva es nuestra duda e incredulidad. Esto no significa, como algunos sugieren, que porque venimos a Dios convencidos de que Él nos concederá nuestras peticiones, Él está de alguna manera obligado a hacerlo. El orar sin dudar, significa orar con la firme creencia y entendimiento del carácter, naturaleza y motivos de Dios. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6). Cuando venimos a Dios en oración, dudando de Su carácter, propósito, y promesas, lo insultamos terriblemente. Nuestra confianza debe estar en Su habilidad para concedernos cualquier petición que esté de acuerdo con Su voluntad y propósito para nuestras vidas y con el entendimiento de que cualquiera que sean Sus propósitos, es la mejor situación posible. “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” (Santiago 1:6-7).
Finalmente, la discordia en el hogar es definitivamente un impedimento para la oración. Pedro menciona específicamente esto como un estorbo en las oraciones de un esposo, cuya actitud hacia su esposa es menos que bondadosa. “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1 Pedro 3:7). Donde hay serios conflictos en las relaciones familiares, y la cabeza del hogar no está demostrando las actitudes que Pedro menciona, su oración y comunicación con Dios está seriamente obstruida. De igual manera, las esposas deben seguir los principios bíblicos de sumisión al liderazgo de su esposo, si quieren que sus oraciones no sean obstaculizadas (Efesios 5).
Afortunadamente, todos estos obstáculos en la oración pueden ser solucionados de inmediato, viniendo ante Dios en una oración caracterizada primeramente por el arrepentimiento. Primera de Juan 1:9 nos asegura que “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Una vez que hayamos hecho eso, disfrutaremos de un canal claro y abierto de comunicación con Dios, y nuestras oraciones no sólo serán escuchadas y respondidas, sino que estarán llenas de una profunda sensación de gozo.
sábado, 29 de abril de 2017
"¿Qué es la oración intercesora?"
Respuesta: Muy sencillo, la oración intercesora es el acto de orar en favor de otros. El papel del mediador en la oración era común en el Antiguo Testamento (como con Abraham, Moisés, David, Samuel, Ezequías, Elías, Jeremías, Ezequiel y Daniel). Pero Cristo es señalado en el Nuevo Testamento como el intercesor fundamental: y es por ello que toda la oración cristiana se convierte en intercesora, puesto que es ofrecida a Dios por y a través de Cristo. Jesús cerró la brecha entre Dios y nosotros cuando Él murió en la cruz. Él fue el más grande mediador (intercesor) que haya existido. Por esta causa, ahora podemos interceder en oración a favor de otros cristianos, o por los perdidos, pidiendo a Dios que les conceda arrepentirse de acuerdo a Su voluntad. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.” (1 Timoteo 2:5). “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Romanos 8:34).
Un maravilloso modelo de oración intercesora se encuentra en Daniel 9, mientras oraba por su pueblo quien se había alejado de Dios. Tiene todos los elementos de una verdadera oración intercesora. Es en respuesta a la Palabra (v.2); caracterizada por el fervor (v.3) y la auto-negación (v.4); identificándose sin egoísmo con el pueblo de Dios (v.5); e intensificada por la confesión (v.5-15); dependiente del carácter de Dios (vv. 4,7,9,15); y teniendo como meta la gloria de Dios (vv.16-19). Como Daniel, los cristianos debemos venir ante Dios intercediendo por otros con un corazón contrito y una actitud de arrepentimiento, reconociendo nuestra propia insignificancia y con el sentido de auto-negación. Daniel no fue y dijo, “Tengo el derecho de demandar esto de Ti, Dios, porque yo soy uno de tus especialmente elegidos intercesores.” El fue y dijo, “Soy un pecador,” y en efecto, él dice, “No tengo el derecho de demandar nada.” La verdadera oración intercesora, busca no sólo conocer la voluntad de Dios y ver que se cumpla, sino verla cumplida, sin importar si nos beneficia y sin importar lo que nos cueste. Se busca la gloria de Dios, no la nuestra.
La siguiente, es sólo una lista parcial de aquellos por quienes debemos ofrecer oraciones intercesoras: Todos los que están en autoridad (1 Timoteo 2:2); ministros (Filipenses 1:19); la iglesia (Salmos 122:6); amigos (Job 42:8); compatriotas (Romanos 10:1); los enfermos (Santiago 5:14); enemigos (Jeremías 29:7); por quienes nos persiguen (Mateo 5:44); aquellos que nos abandonan (2 Timoteo 4:16); y por todos los hombres (1 Timoteo 2:1).
Hay una idea errónea en el cristianismo contemporáneo, de que aquellos que ofrecen oraciones intercesoras por otros, son una clase especial de super-cristianos, llamados por Dios para un ministerio de intercesión. Nada podría estar más lejos de la verdad. La Biblia es clara en que todos los cristianos son llamados a ser intercesores. Todos los cristianos tenemos al Espíritu Santo en nuestros corazones, y, así como Él intercede por nosotros de acuerdo con la voluntad de Dios (Romanos 8:26-27), nosotros debemos interceder unos por otros. Esto no es un privilegio limitado a una exclusiva élite de cristianos; este es un mandato para todos. De hecho, el no ofrecer intercesión por otros, es pecado. “Así que, lejos sea de mi que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros.” (1 Samuel 12:23).
Ciertamente, cuando Pedro y Pablo le pedían a otros que intercedieran por ellos, no limitaban su petición a aquellos con un llamado especial a la intercesión. “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.” (Hechos 12:5). Nótese que era toda la iglesia la que oraba por él, no sólo aquellos con el don de la intercesión. En Efesios 6:16-18, Pablo exhorta a los creyentes efesios –a todos ellos— sobre los fundamentos de la vida cristiana. “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.”
Más aún, Pablo solicitó a los creyentes en Roma que oraran por él: “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis, orando por mí a Dios.” (Romanos 15:30). Él también urgía a los colosenses a interceder por él: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso.” (Colosenses 4:2-3). En ninguna parte, en ninguna petición bíblica de intercesión, hay alguna indicación de que sólo cierto grupo de gente pudiera interceder. Por el contrario, aquellos que buscan a otros para interceder por ellos, pueden usar toda la ayuda que puedan conseguir. La idea de que la intercesión es el privilegio y llamado de sólo algunos cristianos, carece de base bíblica. Peor aún, es una idea destructiva que con frecuencia conduce al orgullo, a un sentido de elitismo, y al gnosticismo.
Qué maravilloso y exaltado privilegio tenemos en ser capaces de venir audazmente ante el trono del Dios Todopoderoso con nuestras oraciones y peticiones. ¡Alabado sea Él, por Su increíble misericordia y amor!
"La oración en silencio ¿es bíblica?"
Respuesta: La Biblia puede no mencionar específicamente la oración en silencio, pero eso no significa que sea menos válida que la oración en voz alta. Dios puede escuchar nuestros pensamientos, tan fácilmente como puede oír nuestras palabras (Salmos 139:23; Jeremías 12:3). Jesús conocía los malos pensamientos de los fariseos mientras blasfemaban de Él, acusándolo de ser un instrumento del diablo (Mateo 12:24-26; Lucas 11:7). Nada de lo que hagamos, digamos, o pensemos, está oculto de Dios quien no necesita oír nuestras palabras para conocer nuestros pensamientos y nuestros corazones. Él tiene acceso a todas las oraciones dirigidas a Él, ya sean habladas o no.
La Biblia sí menciona la oración en privado (Mateo 6:6). ¿Cuál sería la diferencia entre orar en voz alta o en silencio si estás solo? Existen algunas circunstancias en donde sólo la oración en silencio es apropiada, p.ej. orar por algo solamente entre Dios y tú, al orar por alguien que esté presente, etc. No hay nada malo con la oración en silencio – en tanto no lo hagamos porque nos avergüenza ser vistos orando.
Quizá el mejor verso para indicar la validez de las oraciones silenciosas está en 1 Tesalonicenses 5:17: “Orad sin cesar.” El orar sin cesar obviamente no puede significar que estemos orando en voz alta. Más bien significa que debemos estar en constante estado de consciencia de Dios, donde llevemos cada pensamiento cautivo en obediencia a Él (2 Corintios 10:5), y trayendo cada situación, plan, temor o preocupación ante Su trono. Parte del orar sin cesar serán las oraciones que hablamos, susurramos, gritamos, cantamos, y pensemos en silencio, mientras dirigimos nuestros pensamientos en alabanza, petición, súplica y acción de gracias a Dios.
"¿Cuáles son algunos obstáculos para la oración efectiva?"
El obstáculo más obvio para la oración efectiva es la presencia de iniquidad y pecados inconfesos en el corazón del que ora. Porque nuestro Dios es santo, hay una barrera que existe entre Él y nosotros cuando venimos a Él con un pecado inconfeso en nuestras vidas. “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro para no oír.” (Isaías 59:2). David concuerda con ello, sabiendo por experiencia que Dios está lejos de aquellos que tratan de esconder su pecado de Dios: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.” (Salmos 66:18).
La Biblia se refiere a muchas áreas de pecado que son obstáculos para la oración efectiva. Primero, cuando estamos viviendo de acuerdo a la carne, y no al Espíritu, nuestro deseo de orar y nuestra habilidad y efectividad para comunicarnos con Dios están obstaculizados. Aunque recibimos una nueva naturaleza cuando nacimos de nuevo, esa nueva naturaleza aún reside en nuestro antiguo cuerpo y esa vieja “tienda” es corrupta y pecadora. La carne puede ganar el control de nuestras acciones, actitudes, y motivos, a menos que seamos diligentes en “hacer morir las obras de la carne” (Romanos 8:13), y seamos guiados por el Espíritu en una correcta relación con Dios. Sólo entonces Él escuchará y responderá a nuestras oraciones.
Una manera de vivir en la carne se manifiesta en el egoísmo, otro impedimento para la oración efectiva. Cuando nuestras oraciones son motivadas por el egoísmo, cuando le pedimos a Dios por lo que queremos, en lugar de por lo que Él desea, nuestros motivos obstaculizan nuestras oraciones. “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye.” (1 Juan 5:14). El pedir de acuerdo a la voluntad de Dios es lo mismo que pedir en sumisión a cualquier cosa que pueda ser Su voluntad, ya sea que sepamos o no de qué se trate. Como en todas las cosas, Jesús debe ser nuestro ejemplo en la oración. Él siempre oraba en la voluntad de Su Padre: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya.” (Lucas 22:42). Las oraciones egoístas son siempre aquellas que tienen como intención, gratificar nuestros propios deseos egoístas, y no podemos esperar que Dios responda a tales oraciones. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3).
El vivir de acuerdo a los egoístas deseos de la carne, también obstaculizará nuestras oraciones, porque produce un endurecimiento del corazón hacia otros. Si somos indiferentes a las necesidades de otros, podemos esperar que Dios sea indiferente a nuestras necesidades. Cuando vamos ante Dios en oración, nuestro primer interés debe ser Su voluntad. El segundo debe ser las necesidades de otros. Esto proviene del entendimiento de que debemos considerar a otros antes que a nosotros mismos y estar preocupados por sus intereses por encima de los nuestros. (Filipenses 2:3-4)
Un obstáculo mayor para la oración efectiva es un espíritu que se niega a perdonar a otros. Cuando rehusamos perdonar a otros, crece una raíz de amargura en nuestros corazones, que ahoga nuestras oraciones. ¿Cómo podemos esperar que Dios derrame Sus bendiciones sobre nosotros –indignos pecadores— si albergamos odio y amargura hacia otros y una indisposición a perdonar? Este principio fue bellamente ilustrado en la parábola del sirviente que no perdonó en Mateo 18:23-35. El principio en esta historia es que Dios nos ha perdonado una deuda más allá de toda medida - nuestro pecado - y Él espera que nosotros perdonemos a otros, así como nosotros hemos sido perdonados. El rehusar hacerlo constituye un obstáculo en nuestras oraciones.
Otro gran obstáculo para la oración efectiva es nuestra duda e incredulidad. Esto no significa, como algunos sugieren, que porque venimos a Dios convencidos de que Él nos concederá nuestras peticiones, Él está de alguna manera obligado a hacerlo. El orar sin dudar, significa orar con la firme creencia y entendimiento del carácter, naturaleza y motivos de Dios. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6). Cuando venimos a Dios en oración, dudando de Su carácter, propósito, y promesas, lo insultamos terriblemente. Nuestra confianza debe estar en Su habilidad para concedernos cualquier petición que esté de acuerdo con Su voluntad y propósito para nuestras vidas y con el entendimiento de que cualquiera que sean Sus propósitos, es la mejor situación posible. “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” (Santiago 1:6-7).
Finalmente, la discordia en el hogar es definitivamente un impedimento para la oración. Pedro menciona específicamente esto como un estorbo en las oraciones de un esposo, cuya actitud hacia su esposa es menos que bondadosa. “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1 Pedro 3:7). Donde hay serios conflictos en las relaciones familiares, y la cabeza del hogar no está demostrando las actitudes que Pedro menciona, su oración y comunicación con Dios está seriamente obstruida. De igual manera, las esposas deben seguir los principios bíblicos de sumisión al liderazgo de su esposo, si quieren que sus oraciones no sean obstaculizadas (Efesios 5).
Afortunadamente, todos estos obstáculos en la oración pueden ser solucionados de inmediato, viniendo ante Dios en una oración caracterizada primeramente por el arrepentimiento. Primera de Juan 1:9 nos asegura que “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Una vez que hayamos hecho eso, disfrutaremos de un canal claro y abierto de comunicación con Dios, y nuestras oraciones no sólo serán escuchadas y respondidas, sino que estarán llenas de una profunda sensación de gozo.
"¿Cuál es la manera correcta de orar?"
¿Es mejor orar de pie, sentado, de rodillas, o inclinado? ¿Deben estar mis manos abiertas, cerradas o levantadas hacia Dios? ¿Deben estar cerrados mis ojos cuando oro? ¿Es mejor orar en un templo o afuera en la naturaleza? ¿Debo orar por la mañana cuando me levanto, o por la noche antes de ir a la cama? ¿Hay ciertas palabras que necesito decir en mi oración? ¿Cómo comienzo mi oración? ¿Cuál es la manera correcta de cerrar una oración? Estas preguntas, y otras, son preguntas comunes que recibimos acerca de la oración. ¿Cuál es la manera correcta de orar? ¿Acaso importa cualquiera de las cosas mencionadas?
Con mucha frecuencia, la oración es vista como una forma de “fórmula mágica.” Si tú no dices exactamente las cosas correctas, u oras en la posición correcta, Dios no escuchará y responderá a tu oración. Esto es completamente anti-bíblico. Dios no responde a nuestras oraciones basado en cuándo oramos, dónde estamos, qué posición corporal adoptamos, o en qué orden decimos nuestras oraciones. Primera de Juan 5:14-15 nos dice, “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” Similarmente, Juan 14:13-14 declara, “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, Yo lo haré.” De acuerdo a esto, y a muchas otras Escrituras, Dios responde a las peticiones de oración basándose en si éstas se piden de acuerdo a Su voluntad y en el Nombre de Cristo (para traer gloria a Jesucristo).
Así que, ¿cuál es la manera correcta de orar? Filipenses 4:6-7 nos dice, “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” La manera correcta de orar es derramar tu corazón ante Dios. Ser honesto y abierto con Dios, puesto que Él ya te conoce mejor de lo que te conoces a ti mismo. Presenta tus peticiones a Dios, pero ten en mente que Dios sabe lo que es mejor, y no te concederá una petición que no sea Su voluntad para ti. Expresa tu amor, gratitud, y adoración a Dios en oración, pero no te preocupes por tener las palabras correctas para expresarlo. Dios está más interesado en el contenido de tu corazón, que en la calidad de tus palabras.
Lo más cerca que llega la Biblia de dar un “patrón” para la oración, es el Padre Nuestro en Mateo 6:9-13. Sin embargo, comprende por favor, que el Padre Nuestro no es una oración que debemos memorizar y recitarla a Dios. Es un ejemplo de las cosas que debe contener una oración –adoración, confianza en Dios, peticiones, confesión, protección, etc. Ora por las cosas de las que habla el Padre Nuestro, pero usa tus propias palabras y “adáptala” a tu propia jornada con Dios. La manera correcta de orar, es expresando lo que hay en tu corazón a Dios. Sentado, de pie, o de rodillas; con las manos abiertas o cerradas; ojos abiertos o cerrados; en un templo, en casa, o al aire libre; por la mañana o por la noche - todas estas cosas son asuntos secundarios, sujetos a la preferencia personal, convicción y conveniencia. El deseo de Dios es que la oración sea una conexión real y personal entre Él y nosotros.
"¿Cómo es la oración una comunicación con Dios?"
Para comprender la naturaleza de la comunicación de Dios hacia nosotros, y la nuestra hacia Él, necesitamos comenzar con algunos preceptos claves. El primero de estos, es que Dios solo habla la verdad. Él jamás miente y jamás engaña. Tito 1:2 “…en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos.” Job 34:12 “Sí, por cierto, Dios no hará injusticia, y el Omnipotente no pervertirá el derecho.” El segundo precepto es que la Biblia es la palabra misma de Dios. La palabra griega para “escritura” graphe, es usada 51 veces en el Nuevo Testamento para describir los escritos del Antiguo Testamento. Pablo afirma en 2 Timoteo 3:16 que estas palabras son literalmente “inspiradas por Dios.” La palabra graphe, también se aplica al Nuevo Testamento, específicamente cuando Pedro llama “Escrituras” a las epístolas de Pablo, en 2 Pedro 3:16, y también cuando Pablo (en 1 Timoteo 5:18) cita las palabras de Jesús como se encuentran en Lucas 10:7 y las llama también “Escritura.” De esta manera, una vez que establecimos que los escritos del Nuevo Testamento pertenecen a la categoría especial de “Escritura,” entonces estamos en lo correcto al aplicar 2 Timoteo 3:16 también a esos escritos, y decir que esta Escritura también tiene la característica a la que Pablo se refiere como “toda la Escritura” - es “inspirada por Dios”, y todas las palabras son palabras de Dios Mismo.
¿Por qué es pertinente esta información para el tema de la oración? Ahora que hemos establecido que Dios solo habla la verdad y que la Biblia es la palabra misma de Dios, podemos llegar lógicamente a las siguientes dos conclusiones acerca de la comunicación con Dios. Primero, puesto que la Biblia dice que Dios escucha al hombre (Salmos 17:6 Salmos 77:1; Isaías 38:5), el hombre puede confiar en que cuando él está en una correcta relación con Dios, y él le habla a Dios, Dios lo escucha. Segundo, puesto que la Biblia es la Palabra de Dios, el hombre puede confiar en que cuando él mantiene una correcta relación con Dios, y cuando lee la Biblia, él está literalmente escuchando las palabras habladas por Dios. La relación correcta con Dios, que es necesaria para una abierta comunicación entre Dios y el hombre, se evidencia en tres maneras. La primera es volverse del pecado, o arrepentirse. Salmos 27:9, por ejemplo, es la súplica de David a Dios, para que lo escuche y no lo aparte con ira. De esto, sabemos que Dios esconde Su Rostro del pecado del hombre y que el pecado obstruye la comunicación entre Dios y el hombre. Otro ejemplo de esto se encuentra en Isaías 59:2, donde Isaías le dice a la gente “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro para no oír.” Así que cuando hay pecado sin confesar en nuestras vidas, esto obstaculizará la comunicación con Dios.
También es necesario para la comunicación, acercarnos con un corazón humilde. Dios habla estas palabras en Isaías 66:2, “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” La tercera cosa es una vida recta. Este es el lado positivo de volverse del pecado y está marcado específicamente para la efectividad en la oración. Santiago 5:16 dice, “La oración eficaz del justo puede mucho.”
Nuestras palabras hacia Dios pueden ser habladas, mentales o escritas. Podemos tener la confianza de que Él nos escuchará y de que el Espíritu Santo nos ayudará a orar cómo debemos hacerlo. Romanos 8:26 dice, “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.”
Respecto al método de comunicación de Dios hacia nosotros, debemos buscar las palabras de Dios para nosotros primeramente a través de la Escritura, más que confiar en que Dios pondrá directamente pensamientos en nuestra mente, para guiarnos a tomar acciones o decisiones específicas. En virtud de nuestra capacidad para auto-decepcionarnos, no es sabio aceptar la idea de que cualquier y todo pensamiento que entra en nuestras mentes proceda de Dios. Algunas veces, con respecto a situaciones específicas en nuestras vidas, Dios no nos habla directamente a través de la Escritura, y puede ser comprensiblemente tentador buscar revelación extra-bíblica en esos casos. Sin embargo, en tales ocasiones, es más sabio –a fin de evitar poner palabras en la boca de Dios y exponernos a la decepción– encontrar respuestas, buscando en los principios bíblicos que Él ya nos ha dado. También es aconsejable orar sinceramente por sabiduría para llegar a las conclusiones correctas, porque Él prometió darles sabiduría a aquellos que la busquen.”Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” (Santiago 1:5)
"¿Qué es el poder de la oración?"
La idea del poder inherente en la oración es muy popular. De acuerdo a la Biblia, el poder de la oración es, simplemente, el poder de Dios, quien escucha y responde a nuestras oraciones. Considere lo siguiente:
1) El Señor Dios Todopoderoso puede todo; no hay nada imposible para Él (Lucas 1:37).
2) El Señor Dios Todopoderoso invita a su pueblo a hablarle en oración. La oración a Dios debe ser ofrecida persistentemente (Lucas 18:1), con acción de gracias (Filipenses 4:6), con fe (Santiago 1:5), dentro de la voluntad de Dios (Mateo 6:10), para la gloria de Dios (Juan 14:13-14), y con un corazón recto delante de Dios (Santiago 5:16).
3) El Señor Dios Todopoderoso escucha las oraciones de sus hijos. Él nos manda a orar, y nos promete escuchar cuando lo hacemos. “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmo 18:6).
4) El Señor Dios Todopoderoso responde a las oraciones. “Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.” (Salmo 17:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.” (Salmo 34:17).
Otra idea popular es que la cantidad de fe que tenemos determina si Dios contesta o no contesta nuestras oraciones. Sin embargo, el Señor responde a veces a las oraciones a pesar de nuestra falta de fe. En Hechos 12, la Iglesia ora por la liberación de Pedro de la cárcel (v. 5), y Dios contesta su oración (v. 7-11). Pedro se acerca al lugar de la reunión de oración y toca la puerta, pero al principio, los que están orando rehúsan creer que es Pedro en verdad. Ellos oraron por su libertad, pero fallaron esperar una respuesta a sus oraciones.
El poder de la oración no fluye de nosotros—no son las palabras especiales que decimos o la manera especial de expresarlas, ni siquiera la frecuencia de ofrecerlas. El poder de la oración no se basa en la dirección hacia la cual nos inclinamos o en cierta postura del cuerpo. El poder de la oración no proviene del uso de artefactos o iconos o velas o prendas. El poder de la oración se basa en Quien escucha y contesta nuestra oración. La oración nos pone en contacto con el Dios Todopoderoso, y debemos esperar poderosos resultados, si Él escoge conceder nuestras peticiones o no, si deniega nuestra solicitud, o nos pide que esperemos en Él. Cualquiera que sea la respuesta a nuestras oraciones, el Dios a quien oramos es la fuente de todo poder, y Él puede respondernos y lo hará, de acuerdo a su voluntad y horario perfecto.
La idea del poder inherente en la oración es muy popular. De acuerdo a la Biblia, el poder de la oración es, simplemente, el poder de Dios, quien escucha y responde a nuestras oraciones. Considere lo siguiente:
1) El Señor Dios Todopoderoso puede todo; no hay nada imposible para Él (Lucas 1:37).
2) El Señor Dios Todopoderoso invita a su pueblo a hablarle en oración. La oración a Dios debe ser ofrecida persistentemente (Lucas 18:1), con acción de gracias (Filipenses 4:6), con fe (Santiago 1:5), dentro de la voluntad de Dios (Mateo 6:10), para la gloria de Dios (Juan 14:13-14), y con un corazón recto delante de Dios (Santiago 5:16).
3) El Señor Dios Todopoderoso escucha las oraciones de sus hijos. Él nos manda a orar, y nos promete escuchar cuando lo hacemos. “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmo 18:6).
4) El Señor Dios Todopoderoso responde a las oraciones. “Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.” (Salmo 17:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.” (Salmo 34:17).
Otra idea popular es que la cantidad de fe que tenemos determina si Dios contesta o no contesta nuestras oraciones. Sin embargo, el Señor responde a veces a las oraciones a pesar de nuestra falta de fe. En Hechos 12, la Iglesia ora por la liberación de Pedro de la cárcel (v. 5), y Dios contesta su oración (v. 7-11). Pedro se acerca al lugar de la reunión de oración y toca la puerta, pero al principio, los que están orando rehúsan creer que es Pedro en verdad. Ellos oraron por su libertad, pero fallaron esperar una respuesta a sus oraciones.
El poder de la oración no fluye de nosotros—no son las palabras especiales que decimos o la manera especial de expresarlas, ni siquiera la frecuencia de ofrecerlas. El poder de la oración no se basa en la dirección hacia la cual nos inclinamos o en cierta postura del cuerpo. El poder de la oración no proviene del uso de artefactos o iconos o velas o prendas. El poder de la oración se basa en Quien escucha y contesta nuestra oración. La oración nos pone en contacto con el Dios Todopoderoso, y debemos esperar poderosos resultados, si Él escoge conceder nuestras peticiones o no, si deniega nuestra solicitud, o nos pide que esperemos en Él. Cualquiera que sea la respuesta a nuestras oraciones, el Dios a quien oramos es la fuente de todo poder, y Él puede respondernos y lo hará, de acuerdo a su voluntad y horario perfecto.
"¿Qué significa orar sin cesar?"
El mandato de Pablo en 1 Tesalonicenses 5:17 de, “Orad sin cesar,” puede resultar muy confuso. Obviamente, no puede significar que debemos estar en una postura de cabeza inclinada y ojos cerrados durante todo el día. Pablo no se refiere a no dejar de hablar, sino a una actitud de conciencia de Dios, y rendición a Dios que llevemos con nosotros todo el tiempo. Cada momento despiertos, es para vivirse en la conciencia de que Dios está con nosotros y de que Él está activamente involucrado y comprometido con nuestros pensamientos y acciones.
Cuando nuestros pensamientos se vuelven hacia la preocupación, el temor, el desánimo y el enojo, debemos consciente y prontamente convertir cada pensamiento en oración y cada oración en acción de gracias. En su carta a los filipenses, Pablo nos ordena dejar de estar ansiosos y en su lugar, “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (4:6). Él enseñó a todos los creyentes en Colosas a “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias.” (Colosenses 4:2). Pablo exhortó a los creyentes efesios a ver la oración como un arma para usarse en la lucha de batallas espirituales (Efesios 6:18). El famoso predicador del siglo XIX Charles Spurgeon, describía la vida cristiana de oración, diciendo que es “Como los caballeros de antaño, siempre en guerra, que no siempre cabalgaban veloces sobre sus corceles, con sus lanzas en riestre para derribar al adversario; pero siempre con sus armas listas, para usarlas con prontitud… Esos formidables guerreros, con frecuencia dormían con su armadura puesta; de igual manera, cuando durmamos, hemos de mantener el espíritu de oración, para que si despertásemos por la noche, podamos todavía estar con Dios.”
A lo largo del día, la oración debe ser nuestra primera respuesta ante cada situación inquietante, ante cada pensamiento de ansiedad, ante cada tarea indeseable que Dios nos mande. John MacArthur advierte que la falta de oración ocasionará que dejemos de depender de la gracia de Dios y en su lugar dependamos de nosotros mismos. La oración continua es, en esencia, dependencia del Padre y comunión con Él.
Para los cristianos, la oración es como el respirar. No tienes que pensar en respirar, porque la atmósfera ejerce presión en tus pulmones y te fuerza a respirar. Es por ello que es más difícil sostener tu respiración que respirar. Similarmente, cuando nacemos en la familia de Dios, entramos a una atmósfera espiritual donde la presencia y la gracia de Dios ejercen presión o influencia en nuestras vidas. La oración es la respuesta normal a esa presión. Como creyentes, todos hemos entrado en la atmósfera divina para respirar el aire de la oración. Sólo entonces podemos sobrevivir a la oscuridad del mundo.
Desafortunadamente, muchos creyentes sostienen su respiración espiritual por largos períodos, pensando que unos breves momentos con Dios son suficientes para permitirles sobrevivir. Pero tal restricción de su consumo espiritual es causada por deseos pecaminosos. De hecho, cada creyente debe estar continuamente en la presencia de Dios, constantemente respirando Sus verdades, para funcionar plenamente.
Por ser la nuestra una sociedad libre y próspera, es más fácil para los cristianos sentirse seguros por suponer –en vez de depender de— la gracia de Dios. Muchos creyentes se muestran satisfechos con las bendiciones físicas y tienen pocos deseos de bendiciones espirituales. Habiéndose vuelto tan dependientes de sus recursos físicos, ellos sienten poca necesidad de recursos espirituales. Cuando los programas, métodos o dinero, producen resultados impresionantes, existe una inclinación a confundir los éxitos humanos con bendiciones divinas. De hecho los cristianos pueden comportarse como humanistas prácticos, viviendo como si Dios no fuera necesario. Cuando eso sucede, desaparece la añoranza apasionada por Dios y el anhelo por Su ayuda, así como Su fortalecimiento. Por este común y gran peligro, Pablo urge a los creyentes a “Orar sin cesar” (Efesios 6:28) y a “perseverar en la oración,” (Colosenses 4:2). La oración continua, persistente, incesante, es una parte esencial de la vida cristiana y surge de la dependencia de Dios.
que si dicen “en el nombre de Jesús” al final de la oración, dará como resultado el que Dios siempre conceda lo que se le pide. Esto es en esencia, tratar las palabras “en el nombre de Jesús” como una fórmula mágica. ¡Esto es totalmente antibíblico!
Orar en el nombre de Jesús significa orar con Su autoridad y pedir a Dios el Padre actuar sobre nuestras oraciones, porque venimos en el nombre de Su Hijo, Jesús. Orar en el nombre de Jesús significa lo mismo que orar de acuerdo a la voluntad de Dios. “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15) Orar en el nombre de Jesús es orar por las cosas que honrarán y glorificarán a Jesucristo.
El decir “en el nombre de Jesús” al final de la oración no es una fórmula mágica. Si lo que pediste o dijiste en oración no era para la gloria de Dios y de acuerdo a Su voluntad, el decir “en el nombre de Jesús” no significa nada. El orar genuinamente en el nombre de Jesús y para Su gloria es lo que importa, no el añadir ciertas palabras al final de la oración. No son las palabras en la oración lo que importan, sino el propósito detrás de la oración. El orar por cosas que están de acuerdo con la voluntad de Dios es la esencia de orar en el nombre de Jesús.
"¿Es aceptable el orar repetidamente por la misma cosa, o sólo debemos pedirla una vez?"
: Lucas 18:1-7 dice, “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo. Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo; hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles?”
Lucas 11:5-13 declara, “Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a la medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo; Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
Ambos pasajes nos animan a orar – ¡y a seguir orando! No hay nada malo con pedir repetidamente la misma cosa. En tanto esté dentro de la voluntad de Dios (1 Juan 5:14-15), sigue pidiendo hasta que Dios te conceda tu petición o quite el deseo de tu corazón. Algunas veces Dios nos fuerza a esperar la respuesta a nuestras oraciones para enseñarnos paciencia y perseverancia. Algunas veces pedimos por algo que aún no está en el tiempo que Dios ha determinado para nuestras vidas. Otras veces le pedimos algo que no está de acuerdo a Su voluntad para nosotros, y Él nos dice no. La oración no es sólo el presentar nuestras peticiones a Dios, también es Dios presentando Su voluntad a nuestros corazones. Sigue pidiendo, sigue tocando, sigue buscando – hasta que Dios te conceda tus peticiones, o te convenza de que tu petición no es Su voluntad para ti.
Por qué orar?"
¿Por qué orar? ¿Para qué orar, si Dios ya tiene el perfecto control sobre todas las cosas? ¿Por qué orar, cuando Dios ya sabe lo que le pediremos antes de hacerlo?
(1) La oración es una forma de servir a Dios (Lucas 2:36-38). Oramos porque Dios nos manda que lo hagamos (Filipenses 4:6-7).
(2) El orar es un ejemplo dado a nosotros por Cristo y la iglesia primitiva (Marcos 1:35; Hechos 1:14; 2:42; 3:1; 4:23-31; 6:4; 13:1-3).
(3) Dios decidió que la oración sea el medio para obtener Su intervención en determinadas situaciones:
a) Preparación para decisiones importantes (Lucas 6:12-13).
b) Para derrotar la actividad demoníaca en la vida de las personas (Mateo 17:14-21).
c) En la reunión de los obreros para la cosecha espiritual (Lucas 10:2).
d) Para adquirir fortaleza y vencer ante la tentación (Mateo 26:41).
e) El medio para fortalecer a otros espiritualmente (Efesios 6:18-19).
(4) Tenemos la promesa de Dios de que nuestras oraciones no son en vano, aún si no recibimos específicamente lo que pedimos (Mateo 6:6; Romanos 8:26-27).
(5) Él ha prometido que cuando oremos por cosas que estén de acuerdo a Su voluntad, Él nos las concederá (I Juan 5:14-15).
Algunas veces Él retarda sus respuestas, de acuerdo a Su voluntad y para nuestro beneficio. En estas situaciones, debemos ser diligentes y perseverantes en la oración (Mateo 7:7; Lucas 18:1-8) La oración no debe ser vista como el medio por el cual Dios cumple nuestra voluntad en la tierra, sino como el medio para hacer que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra. La sabiduría de Dios excede sin medida a la nuestra.
En situaciones en las que no sabemos específicamente cuál sea la voluntad de Dios, la oración es el medio para discernirla. Si Pedro no le hubiera pedido a Jesús que le ordenara salir de la barca y caminar sobre el agua, él se hubiera perdido de esa experiencia (Mateo 14:28-29). Si la mujer sirofenisa cuya hija estaba poseída por un demonio, no le hubiera rogado a Cristo, su hija no había sido sanada (Marcos 7:26-30). Si el hombre ciego que mendigaba en las afueras de Jericó no hubiera llamado a Cristo, nunca habría recobrado la vista (Lucas 18:35-43). Dios ha dicho que muchas veces no obtenemos lo que pedimos, porque no sabemos cómo pedir (Santiago 4:2). En un sentido, la oración es como compartir el Evangelio con la gente. No sabemos quién responderá al mensaje del Evangelio, hasta que lo compartimos. Es lo mismo con la oración; nunca veremos los resultados de la respuesta a la oración hasta que oremos.
La falta de oración demuestra falta de fe, y falta de confianza en la Palabra de Dios. Oramos para demostrar nuestra fe en Dios, que Él hará conforme a lo que ha prometido en Su Palabra, y bendecirá nuestras vidas abundantemente, más de lo que pudiéramos esperar (Efesios 3:20). La oración es nuestro principal medio para ver la obra de Dios en la vida de otros. Y siendo el medio por el que nos “conectamos” al poder de Dios, es nuestro medio para defendernos del enemigo y su armada (Satanás y su ejército) ante al cual estamos indefensos para derrotarlo por nosotros mismos. Por eso, que Dios nos encuentre con frecuencia ante Su trono, porque tenemos un Sumo Sacerdote en el cielo, que puede identificarse con todo por lo que atravesamos (Hebreos 4:15-16). Tenemos Su promesa de que la oración ferviente del hombre justo puede lograr mucho (Santiago 5:16-18). Que el nombre de Dios sea glorificado en nuestras vidas, creyendo en Él tanto como para acudir con frecuencia ante Él en oración.
¿Por qué orar? ¿Para qué orar, si Dios ya tiene el perfecto control sobre todas las cosas? ¿Por qué orar, cuando Dios ya sabe lo que le pediremos antes de hacerlo?
(1) La oración es una forma de servir a Dios (Lucas 2:36-38). Oramos porque Dios nos manda que lo hagamos (Filipenses 4:6-7).
(2) El orar es un ejemplo dado a nosotros por Cristo y la iglesia primitiva (Marcos 1:35; Hechos 1:14; 2:42; 3:1; 4:23-31; 6:4; 13:1-3).
(3) Dios decidió que la oración sea el medio para obtener Su intervención en determinadas situaciones:
a) Preparación para decisiones importantes (Lucas 6:12-13).
b) Para derrotar la actividad demoníaca en la vida de las personas (Mateo 17:14-21).
c) En la reunión de los obreros para la cosecha espiritual (Lucas 10:2).
d) Para adquirir fortaleza y vencer ante la tentación (Mateo 26:41).
e) El medio para fortalecer a otros espiritualmente (Efesios 6:18-19).
(4) Tenemos la promesa de Dios de que nuestras oraciones no son en vano, aún si no recibimos específicamente lo que pedimos (Mateo 6:6; Romanos 8:26-27).
(5) Él ha prometido que cuando oremos por cosas que estén de acuerdo a Su voluntad, Él nos las concederá (I Juan 5:14-15).
Algunas veces Él retarda sus respuestas, de acuerdo a Su voluntad y para nuestro beneficio. En estas situaciones, debemos ser diligentes y perseverantes en la oración (Mateo 7:7; Lucas 18:1-8) La oración no debe ser vista como el medio por el cual Dios cumple nuestra voluntad en la tierra, sino como el medio para hacer que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra. La sabiduría de Dios excede sin medida a la nuestra.
En situaciones en las que no sabemos específicamente cuál sea la voluntad de Dios, la oración es el medio para discernirla. Si Pedro no le hubiera pedido a Jesús que le ordenara salir de la barca y caminar sobre el agua, él se hubiera perdido de esa experiencia (Mateo 14:28-29). Si la mujer sirofenisa cuya hija estaba poseída por un demonio, no le hubiera rogado a Cristo, su hija no había sido sanada (Marcos 7:26-30). Si el hombre ciego que mendigaba en las afueras de Jericó no hubiera llamado a Cristo, nunca habría recobrado la vista (Lucas 18:35-43). Dios ha dicho que muchas veces no obtenemos lo que pedimos, porque no sabemos cómo pedir (Santiago 4:2). En un sentido, la oración es como compartir el Evangelio con la gente. No sabemos quién responderá al mensaje del Evangelio, hasta que lo compartimos. Es lo mismo con la oración; nunca veremos los resultados de la respuesta a la oración hasta que oremos.
La falta de oración demuestra falta de fe, y falta de confianza en la Palabra de Dios. Oramos para demostrar nuestra fe en Dios, que Él hará conforme a lo que ha prometido en Su Palabra, y bendecirá nuestras vidas abundantemente, más de lo que pudiéramos esperar (Efesios 3:20). La oración es nuestro principal medio para ver la obra de Dios en la vida de otros. Y siendo el medio por el que nos “conectamos” al poder de Dios, es nuestro medio para defendernos del enemigo y su armada (Satanás y su ejército) ante al cual estamos indefensos para derrotarlo por nosotros mismos. Por eso, que Dios nos encuentre con frecuencia ante Su trono, porque tenemos un Sumo Sacerdote en el cielo, que puede identificarse con todo por lo que atravesamos (Hebreos 4:15-16). Tenemos Su promesa de que la oración ferviente del hombre justo puede lograr mucho (Santiago 5:16-18). Que el nombre de Dios sea glorificado en nuestras vidas, creyendo en Él tanto como para acudir con frecuencia ante Él en oración.
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