martes, 31 de enero de 2017
La Llave De La Autoridad Del Ministerio
Hemos considerado tres importantes llaves de autoridad, denominadas:
• la autoridad de Cristo,
• la autoridad del creyente, y
• la autoridad de la Palabra de Dios.
Éstas, representan nuestra autoridad para entrar a la provisión abundante de Dios para todos los creyentes, y nuestra autoridad sobre Satanás y sus obras de las tinieblas. Podemos liberar a los cautivos de las obras del diablo.
Todos los creyentes en Cristo, tienen el privilegio de usar estas llaves de autoridad. Sin embargo, hay ciertos obreros o líderes a quienes el Señor llama y equipa para un ministerio específico, tanto para la Iglesia como para los perdidos.
Un llamamiento a un don ministerial es más que ser un testigo personal. Es el ministerio de Cristo en y a través de ciertos vasos escogidos. Jesús, a través de tales líderes, continúa edificando Su Iglesia y preparando un pueblo para el día en que vuelva por segunda vez.
Cada persona llamada de Dios a un don ministerial, tendrá que reconocer tarde o temprano lo siguiente: "Tengo que estar equipado con poder sobrenatural del cielo para cumplir mi comisión y el propósito de Dios en mi ministerio".
En la confrontación de tal reto, el líder de la Iglesia tiene dos alternativas: endurecer su corazón y cerrar sus oídos ante el lamento de los oprimidos, o buscar la habilidad o capacitación sobrenatural de Dios que necesita a fin de reproducir el ministerio de Cristo y salir a liberar a los cautivos de las prisiones del enemigo.
Tal reto vino a mi vida en 1955.
Había estado viviendo algunos resultados animadores en el ministerio. Muchos testificaban de la realidad del poder sanador de Dios en sus vidas. Otros, fueron liberados de demonios que habían afligido sus cuerpos y atormentado sus mentes.
Con todo, a todas partes que íbamos, nos confrontábamos con almas cuyos problemas al parecer no tenían solución. Era evidente que carecíamos del poder necesario para su liberación.
En aquellos días, en nuestra pequeña casa de alquiler teníamos personas hospedándose con nosotros y ministrándoles a sus necesidades. Como consecuencia, no pude escapar del reto. Lo afronté día por día. Me encontraba con él durante el tiempo de comer: cuando las personas cuyas vidas estaban atadas se sentaban conmigo en la misma mesa.
Fue para este tiempo, en 1955, que el Señor proveyó maravillosamente para la compra de una casa más cómoda; teníamos más espacio en el cual conducir esta obra y extender nuestro ministerio.
Sin embargo, a pesar de las bendiciones de Dios y Su provisión milagrosa para la obra, continué viviendo cada día bajo la presión de las necesidades de hombres y mujeres. Estaba continuamente consciente de la ineficiencia de mi ministerio.
Recordando ese tiempo, es evidente que por más de un año pasé el mismo tiempo (a la hora de la comida) en mi cuarto de estudio buscando al Señor, que el que pasé en mi cama.
No era cuestión de contar las comidas que dejé de comer o las noches que pasé en oración, sino la interrogativa de cómo vivir con la carga. Era una carga que no buscaba, ni deseaba llevar; no obstante, era evidente que el Espíritu de Dios la había puesto sobre mis hombros.
Era obvio para mí que uno no podía vivir en ese estado de presión indefinidamente. Mucho trabajo necesario tenía que ser descuidado completamente. Las demandas puestas sobre mí por una obra divina que crecía rápidamente, tenían que ser ignoradas deliberadamente.
Era evidente que ésta era otra crisis en mi ministerio. Dando una mirada retrospectiva a mi ministerio a través de los años, veo claramente que el Señor me estaba preparando para recibir otra llave de autoridad. Ésta no era únicamente para mí mismo, sino también para compartirla con otros en la obra del Señor.
Las verdades eternas de la Palabra de Dios que fueron reveladas e impresas profundamente en mi espíritu durante aquellas horas y días empleados a solas con Dios, han venido a ser parte de mi ministerio desde entonces.
El espacio no me permite hacer una exposición detallada de todas estas joyas de la verdad. Tampoco es posible contar de las pruebas y tentaciones que tuve que pasar. No les puedo relatar acerca de los votos precipitados que le hice a Dios con la esperanza de que honrara el ministerio que me había dado. Le supliqué a Dios que hiciera de éste una fuerza efectiva para Su gloria.
A. AUTORIDAD DIVINA DE LOS DONES MINISTERIALES
Siento mucho que el espacio no me permita contarles respecto al conflicto real que tuve con los poderes de las tinieblas y de las gloriosas victorias. Las ganamos por medio de la fe en la Palabra de Dios y por la unción del Espíritu Santo. No obstante, tengo una cosa que debo compartir y es la siguiente: la autoridad divina del ministerio.
No me estoy refiriendo a un ministerio profesional, ni tampoco a un ministerio auto nombrado o a una mera destreza en la oratoria o predicación. Estoy hablando de la autoridad del ministerio que es nombrado por Cristo en Su Iglesia hoy.
Este concepto de la autoridad divina de cada ministro llamado por Dios, fue grabado intensamente sobre mí durante esas horas y días que pasé a solas con el Señor.
Lo que sigue a continuación, es un poco de esta revelación de la autoridad con la que Dios ha revestido a los dones del ministerio. Estos, han sido impartidos a los verdaderos siervos de Dios en la Iglesia de Jesucristo.
No es una autoridad que ejerza autoridad sobre las vidas de las personas, ni autoridad de oficio en una organización, sino más bien la autoridad de Cristo sobre el diablo y todas sus obras. Ésta es la autoridad requerida para hacer las obras de Jesucristo, para edificar la Iglesia, para perfeccionar a los santos y prepararlos para el día en que serán presentados al Señor.
Es una autoridad que hace que el ministerio sea efectivo y productivo. Es una autoridad que hace fructífero a cada ministerio en su propia esfera.
1. Los Dones Ministeriales Otorgados Por Cristo
Estos ministerios otorgados por Cristo, aparecen enlistados (enumerados) en Efesios 4:11, y son los siguientes: "Y el mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros".
Aquí tenemos una lista completa de los dones ministeriales que Cristo otorgó sobre ciertos obreros en su Iglesia. Hay muchos otros dones que pueden ser recibidos por los líderes. Algunos de éstos son para equiparlos.
No obstante, esta lista abarca los principales tipos de ministerios que se ramifican de Cristo Mismo para el beneficio de Su Iglesia.
Considerémoslos en mayor detalle:
a. Apóstoles. El término significa "un mensajero especial", un pionero, uno que es llamado de Dios para restaurar algunas nuevas facetas de la verdad, para inspirar nueva visión, para establecer y supervisar las iglesias cristianas locales.
b. Profetas. Este ministerio comunica la mente de Dios a la Iglesia a fin de suplir las necesidades de ocasiones específicas, ejercitando los dones de la palabra de ciencia y la palabra de conocimiento, y exhortando a la Iglesia con articulaciones inspiradas.
c. Evangelistas. Aquéllos que reciben este don ministerial, son llamados a proclamar el evangelio de Cristo para llevar a las almas perdidas al conocimiento del Salvador y, por lo regular, su mensaje es confirmado con señales sobrenaturales.
d. Pastores Y Maestros. Estos dones ministeriales están tan íntimamente vinculados que algunos los consideran como un sólo don. Aunque sea un sólo don o dos dones vinculados en uno, tales ministerios son efectivos en apacentar e instruir a las ovejas en las iglesias locales.
Aunque estos dones se complementan mutuamente, ambos son diferentes en su propia naturaleza y cada uno es otorgado divinamente por el Cristo viviente a través del poder del Espíritu Santo.
Estos dones ministeriales representan el pleno ministerio del Mismo Cristo, a fin de que sus obras puedan ser continuadas y Su victoria, comprada a precio de sangre, pueda ser ejecutada sobre Satanás y todo su poder del mal.
2. Los Dones Ministeriales Fueron Ganados Por Cristo
Estos dones ministeriales, fueron ganados para nosotros en el Calvario por Cristo. Esto es lo que leemos en Efesios 4:8-10: "Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.
Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo".
Fue por su muerte y sepultura, por Su invasión del dominio de Satanás y por Su resurrección de los muertos trayendo con Él las llaves de la muerte y del infierno, que Cristo ganó la victoria.
Ahora, Él comparte esa victoria con los hombres por medio de los dones ministeriales. Él distribuye esos dones entre los obreros a quienes ha llamado a Su servicio.
El versículo 8 es una cita del Salmo 68:18. Al examinar este versículo, nos proveerá de un mejor entendimiento de la verdad que se nos presenta.
Es un cuadro de un rey guerrero que, después de haber ganado la batalla, regresa en una procesión victoriosa al monte de Sión.
Viene arrastrando con su comitiva un ejército de cautivos, algunos atados con cadenas, otros atados a las ruedas de los carros, todos mostrando evidencia del temor y condición miserable de su derrota. Una vez sentado sobre su trono de juez y conquistador, el rey guerrero llama hacia él a todos los que compartieron los sufrimientos de la batalla, con quienes comparte los despojos arrebatados al enemigo en la conquista.
Todo esto es aplicado a nuestro Rey Guerrero, Jesucristo. Quien penetró al interior del territorio enemigo del pecado, la enfermedad, la maldición de la muerte; Quien derramó Su sangre en sacrificio por el pecado, pero que resucitó al tercer día diciendo:
"Yo soy… el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y el Hades" (Ap 1:17, 18).
Los ángeles del Cielo, absortos por los misterios de su obra redentora, se congregaron en millares para darle la bienvenida al Guerrero Victorioso de regreso al Trono Celestial.
Satanás, sus huestes de demonios y todas sus obras destructoras, están atadas por las cuerdas de la autoridad que Cristo compró a precio de sangre, y derrotados por Aquél Que logró la victoria a tan gran precio.
¿Pero, con quién comparte Él los frutos de tal victoria? No con los ángeles, pues ellos no tuvieron parte en tal batalla. Lo conquistado es compartido solamente con los que han confesado públicamente que Jesús es Su Señor (Ro 10:9, 10). Él comparte lo conquistado con aquellos que pelearon la batalla con Él.
¡Pero, nosotros no estuvimos allá! No tuvimos parte en Sus sufrimientos ni en Su victoria, excepto por la gracia de Dios, que nos colocó en su Hijo. ¡Ésta es la maravilla de la gracia divina!
Todo lo que Cristo hizo, no fue para Sí Mismo, sino para nosotros.
Él murió en nuestro lugar. Él fue sepultado en nuestro nombre y de igual manera resucitó.
La victoria que Él ganó, fue en nuestro beneficio. Él fue el representante de Dios en la tierra para ser nuestro sustituto a fin de derrotar a nuestro enemigo y ganar la victoria.
Por esa razón Él nos llama para que compartamos lo conquistado, para que nos sentemos con Él en la silla del Conquistador, para ser participantes de Su autoridad sobre el enemigo y todo su poder del mal.
3. Los Dones Ministeriales Contienen La Autoridad De Cristo
Algunos han asumido que las palabras "...cautivaste la cautividad..." (Sal 68:18), significa que Cristo llevó las almas cautivas del Infierno (Hades) al Cielo cuando resucitó.
A pesar de si eso ocurrió en realidad o no, es difícil entenderlo de ese versículo. La traducción del Nuevo Testamento Ampliado de este versículo dice: "Por lo tanto, se dice que cuando él ascendió a las alturas, llevó la cautividad cautiva - llevó una comitiva de enemigos conquistados - y diste dones a los hombres".
El N.T.A., tiene esa nota al calce citada por el comentarista Mateo Henry: "Él conquistó a los que nos habían conquistado; tales como el pecado, el diablo y la muerte".
Esto es congruente con la alegoría que se nos presenta en el Salmo 68 de donde este versículo es citado. Por consiguiente, aquéllos a quienes los dones son otorgados, comparten la victoria de Cristo. Ellos, poseen Su autoridad delegada sobre todos los enemigos de la humanidad: el diablo, los demonios y todas sus obras perversas.
Es una autoridad para librar a los hombres del pecado y de las enfermedades. Jesús confiere a los líderes de la Iglesia esta autoridad para libertar a los cautivos en las prisiones de los poderes demoniacos, en las cuales están detenidos ilegalmente.
Es una llave para abrir las puertas de las prisiones y anunciar libertad a los que han sido esclavizados por el enemigo.
Es un gran privilegio poder anunciar las buenas nuevas de liberación por toda la tierra.
El diablo aborrece y teme a un ministerio de autoridad.
Hoy es el tiempo en que todo poseedor de un don ministerial de Cristo, cada apóstol, profeta, evangelista, pastor o maestro, reconozca la autoridad de su ministerio y vaya adelante como un embajador de nuestro Rey y Guerrero conquistador.
B. PROPÓSITO DE LOS DONES MINISTERIALES
Esta autoridad no sólo es disfrutada por los que poseen los dones ministeriales, sino que hasta cierto punto, ésta es también compartida por todos los santos de Dios.
Efesios 4:12 nos dice que los dones ministeriales de Cristo son para "…perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo".
Las traducciones modernas han presentado un entendimiento más claro de este versículo. El versículo ha sido modificado para que se lea como sigue: "Para la perfección de los santos, para la obra del ministerio...".
1. Reproducción Del Ministerio
Viene a ser claro que los dones del ministerio no son dados con el propósito de monopolizar el ministerio, sino más bien para la reproducción del ministerio.
Son para entrenar y equipar los miembros para ministrar al Señor, entre unos y otros, y al mundo.
Los oficiales militares son escogidos y entrenados para que más tarde ellos puedan entrenar a otros soldados del ejército. De esa misma manera, Dios ha seleccionado ciertas personas y les ha impartido fragmentos del ministerio sobrenatural de Cristo, a fin de que tales hombres puedan preparar y equipar a los santos de Dios para efectuar la obra del ministerio.
Por consiguiente, la autoridad de Cristo es canalizada a través de los dones ministeriales al Cuerpo de Cristo en su aspecto total.
Hombres y mujeres de Dios, levantémonos con fe. Apoderémonos de este concepto de la autoridad de nuestro ministerio. Apoderémonos de la llave que nos ha sido ofrecida por el Mismo Cristo. Vayamos adelante ejecutando Su "victoria comprada con sangre" y llevemos liberación a los cautivos en las prisiones de Satanás.
¡Qué llave más maravillosa es la de la autoridad ofrecida a la Iglesia a través de los dones ministeriales en Cristo! Nuestra oración al cielo debe ser que Dios levante un ministerio poderoso en autoridad, que a su vez, pueda producir una Iglesia victoriosa.