miércoles, 7 de junio de 2017

CRISTIANA


                                                        


"¿Qué es la meditación cristiana?"

   
No existen los pasajes bíblicos que usen la frase “meditación cristiana.” Ambas palabras “meditar” y “meditación” se encuentran aproximadamente dieciocho veces en el Antiguo Testamento. Hay dos palabras hebreas que son traducidas como “meditar,” y se encuentran en Génesis 24:63; Josué 1:8; Salmos 1:2, y otros. En el contexto de estos versos, a la palabra hebrea “hagah” se le asigna el significado de “examinar, considerar, imaginar, meditar, lamentar, hablar, estudiar, hablar, expresar, etc.” A la palabra hebrea “aiyach” se le adjudica aún otro significado, cuando es usada en el sentido de considerar, conversar con uno mismo, y por lo tanto en voz alta; para expresar o comunicar, quejas, declarar, meditar, orar, hablar (con Dios en oración), etc.

La palabra “meditación” se encuentra en Salmo 5:1; 19:14, y otros. Un verso familiar en Salmo 19:14 dice, “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de Ti…” Él pide que sus palabras y pensamientos sean consistentes. Las palabras de la boca son una farsa si no están sustentadas por la meditación del corazón.

Contrario al pensamiento popular en algunos círculos, la meditación cristiana nada tiene que ver con ninguna práctica que involucre un misticismo oriental como su raíz o modelo. Tales prácticas incluyen lectio divina (lecturas divinas), meditación trascendental, y muchas formas de la llamada oración contemplativa. Éstas contienen en su núcleo una peligrosa premisa, de que podemos “escuchar la voz de Dios,” no a través de Su Palabra, sino a través de revelación extra-bíblica. Hay iglesias en la actualidad que están llenas de gente quienes creen que están escuchando una “palabra del Señor,” contradiciéndose con frecuencia unos a otros y causando interminables disputas y divisiones dentro del Cuerpo de Cristo. En ninguna parte de la Escritura se anima a los cristianos a buscar cualquier sabiduría más allá de la Biblia, la cual es “…inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17). Si la Biblia es suficiente para equiparnos totalmente para toda buena obra, ¿cómo podemos creer que necesitamos buscar una experiencia mística adicional a ésta?